En estos días todos andan comentando dónde estaban cuando cayó el Muro de Berlín, hace ya 20 años.
La verdad. es que no sé dónde estaba ni cuando, exactamente, me enteré de la caída del muro.
En ese tiempo yo estaba en la preparatoria, estudiando ruso, para ir a la desaparecida URSS a estudiar Geodesia, que no tenía nada que ver conmigo, pero fue lo que me tocó porque no quería hacer pruebas de ingreso y andaba loca por largarme de mi pueblo. Pero eso es otra historia.
En enero del año siguiente el rector de la Universidad de Villa Clara se reunió con todos los estudiantes de la Facultad Preparatoria y nos dijo que ya no íbamos a la URSS, pues corría peligro nuestra integridad física y política. Sólo irían a estudiar allá aquellos provenientes de provincias con gran necesidad de profesionales en determinadas ramas. Pasaron los días y casualmente, las provincias y profesiones seleccionadas coincidieron con estudiantes que eran militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas.
A mí me dieron a escoger carreras afines en Cuba, una en Pinar del Río y otra en La Habana. Y yo me dije, ¿qué voy a hacer en Pinar? Me fui a la capital.
Desde el primer día del curso me hice de una amiga que aun conservo y adoro. Ella venía de estudiar Cartografía en lo había sido la RDA. Me contó como salió de Alemania a menos de una semana de la caída del muro. Ya hacía muchos días que los “responsables” de los estudiantes cubanos en cada ciudad alemana andaban prácticamente cazándolos para hacerlos regresar a la isla. Ella tenía un novio griego y cero ganas de irse, así que decidió mudarse a su albergue y evitar el regreso, pero un día la cogieron “fuera de base” y la mandaron a empacar para irse al día siguiente. Me contó que los intimidaban con que si aquello cambiaba, ellos no podrían terminar sus estudios, pero que, al final, los que se quedaron (o mas bien, escaparon) pudieron terminar sus carreras, porque el nuevo gobierno alemán, les pagó su estipendio y siguieron estudiando gratis.
Los años pasaban en La Habana y estas historias me las contó muchas veces; todas las historias nos las contamos muchas veces, la gran mayoría de ellas tiradas cada una en su litera, en la beca, obstinadas y sin luz eléctrica, seguras de que nunca íbamos a poder salir de Cuba. A veces comentábamos que seríamos unas viejas y todo iba a seguir igual, una mierda, y nosotras ahí prisioneras, tras ese muro que es el mar.
La verdad. es que no sé dónde estaba ni cuando, exactamente, me enteré de la caída del muro.
En ese tiempo yo estaba en la preparatoria, estudiando ruso, para ir a la desaparecida URSS a estudiar Geodesia, que no tenía nada que ver conmigo, pero fue lo que me tocó porque no quería hacer pruebas de ingreso y andaba loca por largarme de mi pueblo. Pero eso es otra historia.
En enero del año siguiente el rector de la Universidad de Villa Clara se reunió con todos los estudiantes de la Facultad Preparatoria y nos dijo que ya no íbamos a la URSS, pues corría peligro nuestra integridad física y política. Sólo irían a estudiar allá aquellos provenientes de provincias con gran necesidad de profesionales en determinadas ramas. Pasaron los días y casualmente, las provincias y profesiones seleccionadas coincidieron con estudiantes que eran militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas.
A mí me dieron a escoger carreras afines en Cuba, una en Pinar del Río y otra en La Habana. Y yo me dije, ¿qué voy a hacer en Pinar? Me fui a la capital.
Desde el primer día del curso me hice de una amiga que aun conservo y adoro. Ella venía de estudiar Cartografía en lo había sido la RDA. Me contó como salió de Alemania a menos de una semana de la caída del muro. Ya hacía muchos días que los “responsables” de los estudiantes cubanos en cada ciudad alemana andaban prácticamente cazándolos para hacerlos regresar a la isla. Ella tenía un novio griego y cero ganas de irse, así que decidió mudarse a su albergue y evitar el regreso, pero un día la cogieron “fuera de base” y la mandaron a empacar para irse al día siguiente. Me contó que los intimidaban con que si aquello cambiaba, ellos no podrían terminar sus estudios, pero que, al final, los que se quedaron (o mas bien, escaparon) pudieron terminar sus carreras, porque el nuevo gobierno alemán, les pagó su estipendio y siguieron estudiando gratis.
Los años pasaban en La Habana y estas historias me las contó muchas veces; todas las historias nos las contamos muchas veces, la gran mayoría de ellas tiradas cada una en su litera, en la beca, obstinadas y sin luz eléctrica, seguras de que nunca íbamos a poder salir de Cuba. A veces comentábamos que seríamos unas viejas y todo iba a seguir igual, una mierda, y nosotras ahí prisioneras, tras ese muro que es el mar.
2 comments:
Cuando caiga el gran muro verde olivo nuestras vidas van a cambiar y mucho.
No + violencia
No + dictadura
No + abusos
No + totalitarismo
No + presos políticos
Lo que han hecho queda para la historia felicidades a los que participaron por este otro maleconazo, (rectifico) VEDADAZO.
Yo vivía en Europa y conocí el muro.
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