Monday, November 9, 2009

Cualquier coincidencia es pura realidad

Les confieso algo. El sábado cuando desperté y leí en Cuba Matinal la noticia que compartí más tarde con ustedes, estaba medio zombie todavía.

La noticia venía de Santiago de Cuba y de pronto pasó por mi cabeza que se estaban haciendo esos cambios y que la pesadilla de las restricciones había terminado. Me puse nerviosa de lo feliz, mientras esperaba a que el café terminara de colarse y pasaba el dedo índice por en iphone para leer toda la noticia, pensando que por fin mi familia podría visitarme sin tener que pedir permiso y quién vendría primero, o si mejor venían todos juntos a despedir el 2009 en mi casa.

Evidentemente, no me había acabado de despertar. Reaccioné cuando vi la foto de Carlos Alberto Montaner en la columna de la derecha de la página web y para entonces, el café estaba listo. Encendí un cigarro y me senté en la terraza con mi buche de Pilón a mirar el cielo infinito y azul de Miami.

Hoy estaba viendo este video de la caída del muro de Berlín y del comunismo en Europa y se me aguaron los ojos con la alegría de esos rostros y la tristeza que me da que los cubanos sigamos prisioneros y separados.




A continuación un artículo tomado de La Nación, que tiene que ver con las restricciones para viajar que tenían los alemanes que vivían en la RDA.

El recuerdo de un viaje sin retorno

Por RAFAEL POCH/LA VANGUARDIA

Para los dieciséis millones de ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA), la posibilidad de salir del país era un sueño sin parangón con los de sus semejantes de otros países del este. Desde 1972 se podía viajar a Polonia y la extinta Checoslovaquia con el carné de identidad, pero a partir de 1980 la aparición del sindicato no gubernamental polaco contra el Estado socialista, Solidaridad, eliminó a Polonia. Para ir a Hungría, Rumania y Bulgaria se precisaba un permiso de la policía que, a excepción de los disidentes, casi siempre se otorgaba al solicitante.
Excluyendo a la corona checa, el cambio de moneda se limitaba a una pequeña cantidad, lo que convertía el turismo en ejercicio de precariedad y lo condenaba a prácticas de intercambio. Los viajes a otros países del bloque, desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hasta Vietnam, pasando por Cuba, eran complicados, casi siempre organizados y oficiales. El viaje a la República Federal Alemana (RFA) era capítulo aparte.
PERMISOS ESPECIALES
Desde 1964, los jubilados con parientes en el otro lado podían visitar la RFA una vez al año, posibilidad a la que se acogían 1,3 millones de personas. A partir de 1972, varios miles de jóvenes también podían viajar por “razones familiares especiales”, como bautizos, bodas, enfermedades o fallecimientos de parientes occidentales.
En 1986, por ejemplo, la ahora Canciller Angela Merkel -que entonces trabajaba en un instituto científico de Berlín este- viajó a Hamburgo para asistir a la boda de su prima, oportunidad que aprovechó para recorrer la RFA de punta a punta.
El año anterior, 185 mil alemanes orientales habían usado dicha posibilidad que, como la de los jubilados, era consecuencia de iniciativas negociadas por los políticos de la RFA. En la misma época se registraban entre tres y ocho millones de visitas a la RDA desde la RFA y Berlín oeste.
La media de ciudadanos orientales huidos ilegalmente a través de la frontera era de unos tres mil anuales entre 1980 y 1985. Antes, la menor sofisticación del muro interalemán había permitido traspasar la frontera a más gente.
Hasta la construcción del muro de Berlín en 1961, tres millones de ciudadanos del este pasaron al oeste, la inmensa mayoría lo hizo porque, según la propaganda occidental, se vivía mejor y había más oportunidades económicas. De ellas, 33 mil eran encarcelados que el gobierno de la RFA “compró” a un precio que en 1988 alcanzó a algo más de 148 mil dólares por cabeza.
La frontera entre ambas Alemania se cobró más de 900 vidas de gente que intentó cruzarla por los medios más diversos. Varios centenares el número exacto se desconoce, murieron tiroteados por guardias fronterizos o instalaciones de disparo automático.

4 comments:

Anonymous said...

Yo conocí el Muro de Berlín y me dejó una impresión horrible ver una ciudad dividida por el odio de un sistema irreconciliable con el ser humano.
Edificios, patios, calles cerradas y divididas con guardias armados en la parte comunista dispuestos a disparar.
Nunca olvidaré ese horror.

Evidencias said...

Aemienne, aquí en Estados Unidos vi por primera vez las imagenes terribles de del muro y las celebraciones de su caída.

Aguaya said...

La visita a los parientes que vivían en la RFA no era automática: sólo se dejaba ir a parientes cercanos y no a todos a la vez (algún rehén debía quedarse, como en Cuba).

Aguaya said...

Ah, y cuando se trataba de cumplean~os, era sólo en fechas cerradas: 40 an~os, 50, etc.

Besos!