Arturo González Dorado- Cienfuegos, Cuba - 05/13/2009
Una de las desdichas de los cubanos es la incapacidad de centrarse en un punto para lograr objetivos. Y esa incapacidad es evidente en relación al permiso de salida y las restricciones de los ciudadanos cubanos para entrar y residir en su propio país. Los esfuerzos de personas aisladas, la denuncia de casos que confirman lo aberrante de semejante práctica en estos momentos, son en extremos loables, mas por desgracia justo casos aislados. Lo esencial es centrarse en la raíz del problema, en la disposición que mantiene a nuestro país como un una excentricidad en el concierto de naciones civilizadas.
El permiso de salida, y cualquier restricción al libre movimiento de los ciudadanos cubanos deben ser abolidas, esto es el punto fundamental, y lograrlo depende de los propios cubanos, tanto de los que estén fuera como de los que tengan participación en cualquier decisión gubernamental.
Cuba ha firmado diversos pactos internacionales que le comprometen a ajustar su legislación a normas internacionales de respeto a los derechos humanos, y en estos momentos cualquier justificación política o ideológica resulta simplemente inadmisible, la consecuencia de una mentalidad de conflicto incapaz de adaptarse a las circunstancias históricas, a las necesidades de la nación. Pero la demanda de ajustes que acaben con tantos años de cierre y separación, de trabas y molestias y sufrimientos sin cuento, depende, insisto y repito, de la voluntad de los cubanos para centrarse en lo que les es vital y factible. Y me refiero especialmente a los cubanos del exilio, a quienes tiene la capacidad de organizarse y exigir lo que beneficiándoles a ellos beneficia a todos sus compatriotas.
Los cubanos están habituados a que sea alguien o algo quien decida su destino, ya sea una decisión del gobierno norteamericano para flexibilizar los permisos de viaje, o la buena voluntad de las autoridades cubanas para permitirles salir o entrar a su país. Semejante ausencia de decisión es muy lamentable, no viene al caso ahora analizar sus causas, pero sí dejar claro el hecho. Quebrantar pesimismos, crear ilusiones, pensar al menos por un momento en el presente y el futuro, dejando de lado el pasado, volviendo a retomar la esperanza, creyendo que es posible lograr cosas, que los resultados ameritan el esfuerzo, es más que una cuestión retórica o política, es una decisión vital que concierne a lo que nos define como nación.
La libertad de movimiento de los ciudadanos de cualquier país del mundo es algo que no admite cortapisas, y es un punto en el cual coinciden todos aquellos que aspiran a la integración del país en la normalidad, al abandono de la excepción que por tantos años ha marcado el sino de los cubanos. Por tanto, un consenso desde un punto en el cual coincide toda persona normal, todo aquel que sienta amor por su país, independientemente de sus posiciones políticas o ideológicas, es factible de lograr, y en el caso que nos ocupa, perfectamente posible. La separación de los cubanos en dentro y fuera, en emigrados y residentes en el contexto geográfico de la isla se hace ya forzada, la nación no está limitada a su contexto geográfico, las ideologías no pueden seguir condicionando el destino del país, ni de millones de hombres y mujeres que desean vivir como seres humanos normales, poder visitar a sus familias, viajar adonde quieran siempre y cuando obtenga la visa necesaria, residir en su propio país el tiempo que les venga en gana, y abandonarlo luego por las razones que mejor les plazcan. Esto es un hecho, como lo es el que no hay la voluntad de hacerlo realidad, de llevarlo a cabo por una obcecación de la oficialidad y por la incapacidad de aunar voluntades de todos aquellos que deseen el bien de la nación, independientemente de su postura política. Se trata pues de buscar un consenso en un punto desde el cual puedan lograrse objetivos viables, desde donde el marasmo y el inmovilismo que dominan en la sociedad cubana se rompa hacia la integración y la reconciliación.
Centrarse en la normalización de los movimientos de los ciudadanos cubanos, centrase en el hecho de que los más interesados en el asunto son los propios cubanos, que no es menester esperar por el tiempo, sino decidirse a aunar voluntades desde lo que pueda traer consenso, es el punto esencial. Desde aquí las posibilidades de abrir la nación se hacen múltiples, desde aquí los que se empeñan en la mentalidad del conflicto, de la tendencia que sea, podrán ver que tolerar es mejor que simplemente odiar.
La entrada de cubanos a su país puede ser el mejor camino para ayudar a sus compatriotas, para que el reencuentro familiar no sea sólo la visita permitida, los días que vuelan, para que la emigración no sea más deportación, para que las autoridades norteamericanas no puedan seguir otorgando visas al azar, para acabar con ese maltrato y desprecio que sufren todos los que intentan obtener una visa en la Oficina de Intereses de los EUA en La Habana. Pero hay que tener objetivos claros, y objetivos viables, hay que romper ese cerco de indolencia y desesperanza que nos rodea desde todas partes, y hay que romperlo desde donde pueda lograrse. Cambios radicales en la isla son impracticables por la pura fuerza las cosas, el sostenimiento de la situación actual por parte del gobierno es insostenible, aunque sea por el mero hecho de la biología, de la edad de quienes se empeñan en ello. Por tanto, buscar un punto donde sea posible encontrar el camino de vivir juntos, de abrir el país es vital, y negarse a hacerlo imperdonable desde cualquier postura, idea o desaliento.
Ir más allá, de la denuncia al reclamo, ser capaz de ceder para lograr, mirar al bien común, aunarse, ser más que emigrados comunidad y nación, es algo que no admite dilaciones, es justo la esperanza.
Es imposible renunciar a la nación, al menos para la mayoría de las personas, y desde aquí, desde el amor por la nación, es donde es aún posible pensar el futuro. Desde aquí es donde hay que buscar ese objetivo que sea viable, esa unidad que sea realidad, ese movimiento que entienda que la diferencia es lo normal de las personas, que el disenso es más común que la uniformidad, y que para que sea convivencia y no guerra y odio debe haber un consenso básico, justo la tolerancia. Exigir pues la eliminación de las restricciones de viaje, ser capaz de abandonar posiciones caducas, buscar ese punto esencial y seguirlo, es el futuro, es la única esperanza real.
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Arturo me ha envíado también el link a una
entrevista que le hiciera recientemente Armando de Armas para Radio Martí.