Friday, April 17, 2009

Cacerolazos, confiscaciones y la esclavitud del siglo XXI

Penúltimos días anuncia una convocatoria que está circulando por Internet llamando a cacerolazos en La Habana por el derecho de todos los cubanos a viajar libremente.

En su post “La esclavitud del siglo XXI”, Hilda Molina hace un recuento de los abusos perpetrados por el gobierno cubano contra quienes piden la salida del país.

Nelson Taylor, de La Fundación Cubano – Canadiense me envía el post “Metamorfosis”, donde Marta Beatriz Roque detalla todo lo que el gobierno le quita a quienes abandonan la isla bajo el rubro de “salida definitiva”.

Metamorfosis

Por: Martha Beatriz Roque Cabello

Cuando alguien quiere viajar fuera de Cuba (cuyo gobierno viola el artículo 13 de la declaración Universal de Derechos Humanos), tiene que solicitar un permiso, conocido como tarjeta blanca, comparable en la historia, con la carta de liberación que trataban de obtener los esclavos, reuniendo monedas.

Este consentimiento dictatorial, se emite para cualquiera de las dos modalidades de viaje que se atribuye el régimen permitir: salida temporal y salida permanente. Para ambas el costo es una bicoca, solo 150 cuc (peso cubano convertible), que traducido al salario que gana un natural mensualmente en moneda nacional, significa unos 10 meses de trabajo. También por el descuento que se le hace a las divisas al trocarlas en cuc, representaría en dólares 187.50 y al tipo de cambio actual unos 130 euros.

Además, para viajar de forma definitiva a Estados Unidos de América, es necesario hacerse un chequeo médico, que aunque la medicina es un “logro” y es “gratis” en Cuba, este control cuesta 400 cuc. El pasaporte, uno de los más caros del mundo, vale 55 cuc.

Las personas que viajan con esta modalidad, son sometidas a una investigación de sus propiedades y con excepción de ropa y artículos de uso personal, se lo tienen que dejar todo al Estado. La casa -si se va la familia completa- con un inventario estricto de lo que tiene dentro, incluyendo los cuadros, adornos, útiles de cocina y de limpieza. Si cuando le van a cerrar la vivienda, antes de partir, le falta un vaso, no puede irse. Si por casualidad se le rompe algo de cristal, debe dejar los pedacitos para confirmar que está ahí.

También si es propietario de un vehículo automotor, debe entregarlo caminando. Su cuenta de banco pasará a las arcas del Estado. En fin un saqueo de todos los bienes de quien quiera emigrar.

Pero las cosas cambian una vez que usted está del lado de allá del Estrecho de la Florida. Deja de ser esa persona indeseable, que quiso abandonar el país de ensueños de la “Revolución” y se convierte en alguien al que hay que defenderle sus derechos porque, los malos del norte revuelto y brutal, no lo dejan viajar a Cuba libremente. ¡Ah! ¡Claro! Para regresar de visita al país que lo vio nacer, debe solicitar su correspondiente visa, pagando lo que pidan por ella.

Esta metamorfosis que sufre el cubano que emigra, ha servido al régimen, desde el año 2004, en que el ex presidente George W. Bush dictó las restricciones de viaje, como uno de los tan conocidos “versos” sencillos en contra del imperialismo, que “no permite la reunificación de las familias”.

En ningún momento se menciona el por qué las personas deciden emigrar, pero si esto se hiciera necesario, jamás estarían presentes los motivos políticos, sería solo por problemas económicos, de los cuales la culpa la tiene el embargo, que está ahogando a la pobre nación del sur, que trata por todos los medios de beneficiar a sus ciudadanos y de ayudar a otros pueblos hermanos.

De esta forma todo se “califica” a la manera socialista, y de repetir y repetir, al cubano promedio se le va en su conversación este lenguaje virtual, por ejemplo la Ley de Ajuste Cubano, ha dado por llamarse la “Ley Asesina”; siempre que algún funcionario de alto nivel hace declaraciones referidas a la situación de los balseros, no hay dudas de que la culpa porque este tipo de emigración ocurra la tiene el gobierno estadounidense, que con sus leyes permite a los cubanos –solamente- entrar sin problemas al país. Jamás se hace referencia al por qué las personas arriesgan su vida cruzando el mar, en cualquier cosa que se parezca a una embarcación.

Cuando se ve por la televisión cubana, alguien entrevistado sobre situaciones existentes, dentro o fuera del país, en ese momento, casi que lo que va a decir no es necesario oírlo, se puede uno imaginar sus palabras, porque nunca se van a salir del esquema, es un cliché que de tanto repetirse, llega al cansancio. Esto se puede calificar como una “nueva cultura cubana”.

Por suerte para todos, la posición del gobierno de Barack Obama al levantar las restricciones de viajes y remesas, ha dejado fuera del juego de palabras a algunos de estos cansados mensajes y le ha transmitido a todos, incluso a los que no quieren escucharlo, que el Presidente cumple con sus promesas electorales.

Estas medidas no han hecho feliz al “Compañero Fidel”, que sin lugar a dudas, desde su cargo de Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, lleva la voz cantante en la política exterior del país, a través de sus reflexiones.

Son precisamente estas reflexiones, (que dan la idea de un barco con problemas en el mar, que unas veces se va a babor y otras a estribor) las que han dejado claro, que ningún gesto será importante hasta que no se levante totalmente el embargo, del cual prácticamente no queda nada.

Sin “embargo”, no será la solución, porque inmediatamente se buscará otro punto de desavenencia, por ejemplo: la Base Naval de Guantánamo, que si después del tiempo fuera devuelta, no sería tampoco el último conflicto.

Como es natural, nos queda la esperanza -que es lo último que se pierde- de que entre tanto tiempo y tanta retórica Castrista, el pueblo de Cuba logre su camino de libertad y democracia.

Ciudad de La Habana, 16 de abril de
2009.

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