
Tu drama actual se describe como el de una persona enferma que necesita tratarse en el extranjero, donde además reside tu familia, y no te permiten salir del país. ¿Cuáles son las razones que te han expuesto para negarte el permiso de salida? ¿Cuáles crees que sean los motivos reales? ¿Qué tendrías que hacer o qué tendría que ocurrir para que finalmente te montes en un avión para salir de Cuba? ¿Regresarías a vivir en tu país si logras salir?
A ver, primero pongamos las cosas en su contexto: tengo una vida, no un drama. Nací con una enfermedad que irremediablemente me anquilosará, no me gusta hablar del tema, detesto actuar como víctima. En los ochenta mi padecimiento debutó con dolores irresistibles y periodos de invalidez. Fui tratado por los más conocidos especialistas cubanos sin llegar a solución, incluso, una tarde me llamaron de la oficina de mi padre porque, y así se me comunicó, el Ministro Raúl Castro había mandado a buscar unos médicos coreanos para que, entre tantísimas cosas, intentaran también con mi caso. Fui con los facultativos coreanos, varias sesiones de acupunturas y otras técnicas tampoco me resolvieron. Pregúntaselo a Raúl, él lo debe recordar. Fue entonces cuando, por decisión de una comisión del MININT y del MINSAP, mi resumen médico fue enviado a un congreso internacional. Así comencé a viajar a Bruselas para ver a mi doctor y las cosas marcharon bien hasta que marcharon mal. Las razones, no las sé. He recibido amenazas, hostigamientos, detenciones, persecuciones, un montón de cosas raras; pero explicación, ninguna.
¿Por qué no me dejan salir? No tengo la menor idea. No lo sabe mi instructor ni nadie de Villa Marista. Tampoco acepto ese cuento de que mi padre lo ordenó porque testigos no me faltan para destruir esa hipótesis.
No hay dudas, es un capricho de quien literalmente puede pisar nuestra Constitución, hacer olvidar el juramento hipocrático al Ministro de Salud, silenciar a la más alta dirección de Ministerio del Interior y al Presidente de la Asamblea Nacional.
¿Quién tiene tanto poder? Fuente Ovejuna, señor. Ese que me puede liquidar, hacerme sufrir de dolor, mantenerme sin la más mínima benevolencia separado de mi hija, de mi esposa, de mi familia, que me puede encerrar en una celda o en una casa secreta. Pero ese orgullo de firmeza destrozará su prestigio porque todos miran y se preguntan ¿por qué el señor Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la Republica de Cuba, se aferra a la idea de joder a un tipo tonto como yo? La respuesta no la sé, soberbia podría ser.
¿Que si voy a regresar? Te voy a contestar lo mismo que le dije a un Coronel que un día me entrevistó: Mi interés es regresar, eso ya lo he repetido; pero ojo, primero tengo que salir.
Lo que sí he dejado claro es que si salgo ilegal, regreso ilegal.
Circula una versión de que hiciste al menos un intento de salida ilegal del país. Lo incomprensible es que, según se dice, fueron sorprendidos /infraganti /en un ómnibus. ¿Pudieras ser más explícito?
Sí; pero primero hay que aclarar, no fue uno, fueron dos los intentos de salida ilegal, o casi tres. El primero se frustró porque la balsa se hundió por suerte en la misma orilla, tengo al menos dos amigos que lo pueden confirmar.
El segundo, fue ese que muchos conocen: Una tarde me llamaron para que, si quería irme ilegal, me presentara vestido de blanco, a las 7 de la mañana, en la cafetería que se encuentra en la entrada del parque Lenin en las afueras de la capital.
Eso hice el 6 de mayo del 2009 por pura desesperación. Ya dije que escribí cartas, ya dije que supliqué, ya dije que me entrevisté, ya dije que me ignoraron y no me quedó mas remedio que una salida ilegal. Lo demás, ya es parte de esa vieja y triste historia que a veces parece gastada: sueños, llantos, frustraciones, familias destrozadas… en fin, dije que sobre la guagua íbamos sesenta y tantas personas.
Algunos dijeron que Dios nos había abandonado, y otros, que simplemente nos había salvado de una muerte en alta mar. El caso fue que a las nueve de la noche, por suerte o desgracia, no sé, después de horas de camino, la policía de tránsito detuvo el autobús en el punto de control policial de carretera en la ciudad de Manzanillo. Nos llevaron a una estación de policías, nos quitaron los carnés de identidad y los teléfonos celulares, nos dieron una charla en un teatro y luego nos dividieron en grupos. Yo quedé entre los que pernoctaron en esa estación. Nos metieron en calabozos, y allí, unos tirados por aquí, y otros por allá, pasamos juntos la primera noche. Al otro día temprano, después de desayunar, nos quitaron las pertenencias, nos tomaron las huellas, nos tomaron declaración y nos encerraron en los mismos calabozos que antes estaban abiertos y que ahora describir perdería todo sentido. En ese tiempo me enteré que algunos de mis compañeros de viaje habían intentado salir del país ilegalmente en otras tantas ocasiones y ya conocían de sobra el proceder policial. Al rato nos devolvieron todas las pertenencias menos los celulares y los carnés de identidad, nos ofrecieron almuerzo y nos montaron en la misma guagua, filmándonos mientras montábamos, para conducirnos a la delegación del MININT de Bayamo. Pero imagínate tú, una guagua, con sesenta y tantos pasajeros intentado salir ilegalmente de Cuba era una bomba rumorosa que recorría hasta con morbo las calles de Manzanillo, quizás por eso mucha gente de ese pueblo quiso pararse en las aceras para mirarnos pasar. Al principio yo pensé que nos tirarían piedras o cosas por el estilo, pero nada de eso, chica, la población reunida nos daba muestras de solidaridad. Eso fue conmovedor.
Llegamos a Bayamo, interrogatorios, traslado a La Habana, casas secretas y hasta un registro minucioso en mi casa, una verdadera atrocidad… En fin, luego de varios días salí de aquella pesadilla con un capuchón en la cabeza y una medida cautelar que lleva ya muchos meses y me obliga aún hoy a ir a firmar en Villa Marista. Ya lo he dicho muchas veces, yo no quiero ir a firmar, yo quiero un juicio, un juicio donde aceptar mi propia culpabilidad, y donde también quede clara la culpabilidad de quienes, al no contestar mis cartas y dejarme en un limbo legal, me obligaron y me obligan a optar por una opción ilegal. Situación y sugerencia que ambas, aún, continúan vigentes.
Pero lo que pocos saben es que hay una “casi” tercera salida ilegal, esta última la informé personalmente en Villa Marista, les comenté que iba a convocar a la prensa nacional e internacional, citarla en el Malecón y largarme en una balsa. Antes y por supuesto, también se lo comunicaría a la prensa de Miami para que alguien, un barco, un guardacostas, una chalupa, no sé, cualquiera me esperara en aguas internacionales. Tengo visa. No voy a parar de pedir ni de intentar la salida, legal o ilegal, eso poco no me interesa, necesito ir al doctor, abrazar a mi familia y regresar porque nadie, absolutamente nadie tiene derecho a pisotear mis derechos.