La coca-cola del olvido o el guarapo de la nostalgia
He vivido aquí y allá. He sido una voz pidiendo el permiso para salir de mi país y una exiliada esperando por la autorización de entrada. La maquinaria me ha triturado con ambos lados de sus ruedas dentadas: por estar afuera y por decidir quedarme en mi Isla. Fui a un consulado para pagar las altas tarifas mensuales de permanecer en otro país y he tenido que enfrentar también el costo del regreso, la enorme suma personal de ser una “retornada”. Durante dos años miré la Isla en la distancia y tuve el dilema de si tomarme la “coca-cola del olvido” o el “guarapo de la nostalgia”, pero ninguno de los dos pasó por mi garganta. Preferí el agridulce sabor de esta realidad.
Tengo pesadillas de que entro por la aduana cubana y un uniformado me conduce a un cuarto gris. Rodeada de paredes despintadas y de una enorme foto de Fidel Castro, retiran mi pasaporte y me anuncian que si entro no podré –nunca más– viajar a otro destino. Todo esto me lo explica un funcionario de cara sudorosa, que tiene una pistola en el costado y un bolígrafo sobresaliendo del bolsillo. Presiento que pasaré la eternidad frente a este ser de hoscas palabras, sin la posibilidad de cruzar la puerta hacia el salón donde me espera mi familia. La desazón llega a un punto en que me despierto y compruebo que sigo en mi casa, igual de presa, pero satisfecha de haber vuelto.
Tan obsesivo sueño se alterna con otro en el que no me dejan volar hacia mi propio país. Estoy en un aeropuerto lejano, tratando de abordar una nave con destino a La Habana. La joven que chequea los boletos me dice que no puedo embarcar. “Tenemos órdenes de no dejarla subir”, concluye, sin la carga dramática de quien acaba de notificar a otro su condición de expatriado. No hay nadie cerca a quien apelar y las pizarras electrónicas marcan las próximas salidas hacia New York, Buenos Aires, Berlín. Me siento y coloco el equipaje sobre mis piernas, para apoyarme en él e intentar dormir. Esto no puede ser verdad –me digo– tengo que descansar y cuando despierte estaré en la cabina, a miles de metros de altura.
Ya he probado con té de tilo, con leer historias de pilotos antes de acostarme y poner música relajante en la habitación. Pero lo único que terminará con esta secuencia onírica de enclaustramiento y expulsión es el fin de las restricciones migratorias para los cubanos. Quiero tener el derecho a viajar, como mismo quiero poder dormir sin ver al uniformado que me quita el pasaporte y sin escuchar el ruido de un avión que levanta vuelo, dejándome en tierra ajena.
He vivido aquí y allá. He sido una voz pidiendo el permiso para salir de mi país y una exiliada esperando por la autorización de entrada. La maquinaria me ha triturado con ambos lados de sus ruedas dentadas: por estar afuera y por decidir quedarme en mi Isla. Fui a un consulado para pagar las altas tarifas mensuales de permanecer en otro país y he tenido que enfrentar también el costo del regreso, la enorme suma personal de ser una “retornada”. Durante dos años miré la Isla en la distancia y tuve el dilema de si tomarme la “coca-cola del olvido” o el “guarapo de la nostalgia”, pero ninguno de los dos pasó por mi garganta. Preferí el agridulce sabor de esta realidad.
Tengo pesadillas de que entro por la aduana cubana y un uniformado me conduce a un cuarto gris. Rodeada de paredes despintadas y de una enorme foto de Fidel Castro, retiran mi pasaporte y me anuncian que si entro no podré –nunca más– viajar a otro destino. Todo esto me lo explica un funcionario de cara sudorosa, que tiene una pistola en el costado y un bolígrafo sobresaliendo del bolsillo. Presiento que pasaré la eternidad frente a este ser de hoscas palabras, sin la posibilidad de cruzar la puerta hacia el salón donde me espera mi familia. La desazón llega a un punto en que me despierto y compruebo que sigo en mi casa, igual de presa, pero satisfecha de haber vuelto.
Tan obsesivo sueño se alterna con otro en el que no me dejan volar hacia mi propio país. Estoy en un aeropuerto lejano, tratando de abordar una nave con destino a La Habana. La joven que chequea los boletos me dice que no puedo embarcar. “Tenemos órdenes de no dejarla subir”, concluye, sin la carga dramática de quien acaba de notificar a otro su condición de expatriado. No hay nadie cerca a quien apelar y las pizarras electrónicas marcan las próximas salidas hacia New York, Buenos Aires, Berlín. Me siento y coloco el equipaje sobre mis piernas, para apoyarme en él e intentar dormir. Esto no puede ser verdad –me digo– tengo que descansar y cuando despierte estaré en la cabina, a miles de metros de altura.
Ya he probado con té de tilo, con leer historias de pilotos antes de acostarme y poner música relajante en la habitación. Pero lo único que terminará con esta secuencia onírica de enclaustramiento y expulsión es el fin de las restricciones migratorias para los cubanos. Quiero tener el derecho a viajar, como mismo quiero poder dormir sin ver al uniformado que me quita el pasaporte y sin escuchar el ruido de un avión que levanta vuelo, dejándome en tierra ajena.
9 comments:
cursi, vacio e intencionado... que despierte y deje la boberia.
Muy buen post de Yoani. Los gobiernos no son los dueños ni de los paises ni de sus ciudadanos. Mucho menos de su libertad de movimiento desde y hacia el pais del que son ciudadanos.
Veronica, me hubiera encantado que uno pudiera darle thumbs down a esta historia de Yoani (en facebook).
Que se queje de que la tirania no la deja salir esta perfecto. Pero la dejaron regresar, y no la pusieron en un avion de vuelta a Europa. Tampoco me gusta esto de que sueña que otras personas -no cubanos- no la dejan viajar a Cuba, y sugiere que reciben ordenes de alguien en algun lugar para no hacerlo. Eso no es cierto y lo sabemos todos. Especialmente bien lo sabemos esos que hemos sido declarados de facto persona non grata sin que medie nada mas que una negativa dictatorial. Asi que pago por su estancia a un consulado..... naturalmente, entonces no tenia intencion de quedarse en el extranjero. Sinceramente me quedo con la carta de Roberto San Martin. Este mensaje parece dirigido "en contra" de el. Y tambien veo que ella simplifica la condicion de exiliado en dos bandos, los que beben la cocacola del olvido, y los que beben el guarapo de la nostalgia (dice no haber bebido el segundo y regreso, que raro) Lo mas tendencioso es decir que el avion la deja en tierra ajena gracias a un uniformado a todas luces extranjero. No hay ni una sola palabra de cierto en eso, y sabemos bien que a no ser que este en un pais que forma parte de una alianza castrista como Bolivia o Venezuela eso sucederia.
Tambien le dije a un comentarista que me recomienda "no dejarme distraer por la boberia" que tiene razon, no hay que dejarse distraer por las boberias de alguien que paga al consulado de Cuba segun su propia admision para que la dejen regresar.
Miedo, ganster, terror, estalinismo, psicopata , familia disfuncional, narcotraficante, traidor, hipocrita, asesino, mentiroso, infame, manipulador, carcelero, acomplejado , resentido, bastardo, esos son tus laureles fidel castro. No te envidio un segundo de tu vida,aunque este en la mas absoluta pobreza.
Este estúpido Anonymous, Qué quiere decir con su jerigonza?
Feliz Navidad Vero y que para el año 2010 el HP de turno Raúl Castro se muera junto al viejo dictador desgraciado que tanto daño ha hecho a nuestro pueblo. Así pienso que se resolverán muchos males.
En realidad, más que el posible trasfondo personal de los sueños de Yoani, lo que me parece más importante es su reclamo de que terminen las restricciones de viajes para los cubanos.
No sé de nadie que viva en Cuba y sueñe que no puede entrar o salir, pero conozco muchísimos compatriotas que viven en el exterior que sueñan que están en la isla y no pueden salir. Yo también tenía esos sueños en mis primeros años fuera de la isla.
Lori, yo tampoco entiendo bien lo del anónimo, pero parece que es con Fidel. Felicidades para ti también en esta Navidad y que el 2010 nos traiga mucha salud y libertad a todos.
y que pinta roberto, el hijo de susana perez, en todo esto?
Lee, anónimo... en el link del blog de Yoani.
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