Thursday, December 17, 2009

Las naves quemadas. Fernando Ravsberg en BBC Mundo.

Emigrar es, en general, un proceso doloroso pero en el caso de los cubanos significa además emprender un viaje sin retorno. Como si hubieran cometido un delito muy grave, el Estado los despoja de todas sus pertenencias.

No importa que se trate de bienes legalmente adquiridos, todo será decomisado, desde la vivienda y el automóvil hasta los muebles. Si se niegan a entregarlo no reciben el "Permiso de Salida" que otorga la todopoderosa Dirección de Migración.

Así que no queda más remedio que "entrar por el aro" y entregarles todo lo que la familia logró reunir en una vida de trabajo. Los inspectores llegan como aves de rapiña en busca de lo que puedan llevarse, una parte para el Estado y la otra para su propio beneficio.

Nadie se escapa, ni siquiera los niños. A la abuela de una adolescente de 13 años, que viajaba a reunirse con su madre, le exigieron la propiedad de todos los electrodomésticos, buscando alguno a nombre de la jovencita para decomisarlo.

Una buena amiga -muy revolucionaria ella- que emigró por reunificación familiar, me contó indignada como le arrebataron todo. Tuvo que entregar el automóvil que habían comprado con mil sacrificios, el televisor, el refrigerador y hasta su propia casa.

Cuando terminó la inspección sellaron el apartamento y la dejaron en la calle junto a su hija hasta que salió el avión...3 días después. La corrupción es tal y tan mísera que, delante de ellas, una inspectora desarmó la cerradura de la puerta y la escondió en el bolso.

Hablé sobre el tema con un intelectual al que obligaron a pagar su casa cuando sus padres se fueron a residir en Miami. Se escudaron en una extraña "ley" que no tuvo en cuenta que la vivienda ya había sido pagada y que él siempre había vivido allí.

Lo explicaré despacio para los no-cubanos. Cuando alguien emigra y figura como propietario de la vivienda familiar, los que permanecen tienen que volver a comprarla, aunque ésta ya haya sido pagada antes. Una política bien pensada para castigar...a los que se quedan.

Este intelectual no quería ceder pero le explicaron, amablemente, que si no lo hacía nunca pondrían la propiedad a su nombre, por lo que corría el riesgo de que algún funcionario venal intentase sacarlo de la vivienda para traficar con ella en el mercado negro.


(Más...)

1 comment:

Emilio García Montiel said...

Muy bueno; junto con aquel que escribió Odette, es uno de los articulos más claros que, en este momento, recuerdo haber leído sobre el tema.