Hace unos días leí en El Nuevo Herald que dos estudiantes cubanos habían desertado mientras participaban en un concurso de computación celebrado en Orlando. La nota comenzaba así: "Dos estudiantes cubanos de informática desertaron coincidentemente el mismo día y sin que uno supiera de los planes del otro".
Me descolocó un poco la redacción, pero me se me quedó dando vueltas en la cabeza el hecho de que ninguno de los dos conociera las intenciones del otro, cosa que siempre suena rara para alguien que no ha tenido que pasar por las restricciones para viajar de las que han sido víctimas millones de personas bajo regímenes totalitarios.
Y es que hace unos días conversaba con una amiga no cubana que recién había terminado de leer La mujer del coronel, la más reciente novela de Carlos Alberto Montaner, y uno de los pasajes que más le impresionó contaba la historia de un matrimonio cubano que desertaba en un aeropuerto canadiense; y que, como en el caso de estos estudiantes, lo habían hecho “sin que uno supiera los planes del otro”. La anécdota es contada en la novela por Nuria Garcés (la mujer del coronel) -cubana, psicóloga, atractiva, cuarenta años- a un colega italiano, Valerio Martinelli, durante una visita a Roma. Ambos desertores habían sido sus pacientes.
Me dan ganas de contarles mucho más de la novela. Tendría también que ver con el tema del blog el hecho de que Nuria, durante su estancia en Italia, se encuentra con una hermana que había emigrado a Estados Unidos siendo ambas adolescentes y con la que había roto la comunicación porque su esposo era coronel de las FAR. No puedo dejar de comentar que a más de uno sorprenderá el erotismo de esta novela. Pero prefiero dejar el espacio para un fragmento del libro y recomendarles a los que viven en Miami que se lleguen este sábado a las 3:00PM a la presentación de Montaner en el Barnes & Noble de Miracle Mile.
Me descolocó un poco la redacción, pero me se me quedó dando vueltas en la cabeza el hecho de que ninguno de los dos conociera las intenciones del otro, cosa que siempre suena rara para alguien que no ha tenido que pasar por las restricciones para viajar de las que han sido víctimas millones de personas bajo regímenes totalitarios.
Y es que hace unos días conversaba con una amiga no cubana que recién había terminado de leer La mujer del coronel, la más reciente novela de Carlos Alberto Montaner, y uno de los pasajes que más le impresionó contaba la historia de un matrimonio cubano que desertaba en un aeropuerto canadiense; y que, como en el caso de estos estudiantes, lo habían hecho “sin que uno supiera los planes del otro”. La anécdota es contada en la novela por Nuria Garcés (la mujer del coronel) -cubana, psicóloga, atractiva, cuarenta años- a un colega italiano, Valerio Martinelli, durante una visita a Roma. Ambos desertores habían sido sus pacientes.
Me dan ganas de contarles mucho más de la novela. Tendría también que ver con el tema del blog el hecho de que Nuria, durante su estancia en Italia, se encuentra con una hermana que había emigrado a Estados Unidos siendo ambas adolescentes y con la que había roto la comunicación porque su esposo era coronel de las FAR. No puedo dejar de comentar que a más de uno sorprenderá el erotismo de esta novela. Pero prefiero dejar el espacio para un fragmento del libro y recomendarles a los que viven en Miami que se lleguen este sábado a las 3:00PM a la presentación de Montaner en el Barnes & Noble de Miracle Mile.
Tras la cena, llegó la hora del sexo. Fue un encuentro intenso, brusco a veces, a veces tierno, ajustado al guión escrito por el Sultán, en el que la pareja exploró todas las posibilidades eróticas hasta que cayeron exhaustos en esa posición que tanto le gustaba a Nuria: el rostro sobre el pecho de su amante y las piernas anudadas.
-Me debes una historia cubana, Sherezada -le dijo Martinelli acariciándole la cabeza con dulzura-. Esa anécdota será algo tuyo que se quedará conmigo para siempre.
-Lo sé. Lo he pensado bien y te voy a regalar una historia que me tocó conocer muy desde dentro. La voy a comenzar por el final. Hace pocos años, una pareja de médicos, compañeros míos en el Partido Comunista, fue a un congreso profesional a Moscú. Él era ginecólogo y ella patóloga del hospital Calixto García, uno de los más importantes de La Habana. Se suponía que estuvieran una semana en Rusia y luego regresaran a Cuba. No te voy a decir los nombres reales porque todavía creo en el secreto profesional. Digamos que se llamaban René y María. René, además de su condición de ginecólogo, era oficial oculto de la Seguridad del Estado. María, una mujer muy hermosa, lo intuía, pero no lo sabía con total certeza. Ambos eran dos funcionarios muy respetados dentro del Partido y en la comunidad científica. Habían publicado artículos valiosos y parecían dos personas que se amaban profundamente.
-¿Se amaban realmente? -preguntó Martinelli intrigado por la palabra “parecían”.
-Creo que sí, pero déjame seguir. En el relato que luego me hizo la policía, tras finalizar el congreso médico ambos abordaron el avión de Cubana para regresar a la Isla. En esa época, los aviones de Cubana, por el conflicto entre la Isla y Estados Unidos, debían detenerse en Canadá para reponer combustible. Para esa escala técnica aterrizaban en un pequeño pueblo del noreste canadiense, Gander, donde existe un aeropuerto internacional que les da servicios a muchas compañías europeas. Yo lo conozco porque, tras un viaje a Bulgaria, hicimos escala en Gander en el trayecto de regreso a Cuba.
-¿Entonces? Sigue -dijo Martinelli interesado-. Las mujeres dan muchos detalles innecesarios.
-No, Valerio: las mujeres percibimos muchos más detalles que los hombres. Déjame continuar. Tan pronto desembarcaron los pasajeros a la espera de que llenaran los tanques de gasolina, una operación que no debe hacerse con los viajeros dentro de la nave, René fue al baño, se escabulló como pudo de los agentes cubanos que viajaban en el avión, y logró llegar hasta la oficina de la policía canadiense. Dentro del despacho del capitán, según decía el informe que yo leí, René tuvo un acceso incontrolable de llanto, casi de histerismo, explicó que estaba obligado a abandonar Cuba, y solicitó asilo político en Canadá. Dijo, además, que se sentía como la persona más miserable del mundo porque no había tenido valor para contarle a su mujer, a María, a la que amaba, el paso que iba a dar. Explicó que no podía decírselo porque ella, como él, era comunista, y no sabía cuál sería su reacción. No quería colocarla ante tres opciones, todas terribles: acompañarlo al exilio, algo que ella detestaba; denunciarlo a la policía por traidor; o regresar a Cuba sola y afrontar el riesgo de ser acusada de colaboración con un traidor al conocer sus planes y no haberlos revelado. La manera que tenía de protegerla era ésa: sorprenderla también a ella para que no existiera la menor complicidad con su decisión.
-Bueno, no es una historia tan infrecuente -dijo Martinelli.
-No seas impaciente -le respondió Nuria-. Cuando René se calmó, el capitán, que lo escuchaba con interés, lo tomó de un brazo, y sin decir una palabra lo llevó a una habitación contigua: allí estaba María, también deshecha en llanto, que había tomado la misma decisión que él y tampoco se había atrevido a contarle lo que pensaba hacer. Para ambos fue una sorpresa tremenda. Llevaban siete días acostados uno junto al otro en un hotel de Moscú, a punto de tomar la decisión más importante de sus vidas, y no habían tenido el valor de confiar en el otro.
-¿Pudieron recomponer la pareja?
5 comments:
linda cronica Veronica .
linda cronica Veronica .
http://www.youtube.com/user/wenceslaocruzblanco#p/u/14/-cDVuETqJRg
Muchísimas gracias por el link. Muy buena esta presentación.
si pudieras subir el video , para que otros lo disfruten .
Gracias Vero, me gustó mucho este post.. Besos
Niurki
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